Crónicas de 5VLCNEGRA (2)
Entraron en el salón del actos del Ateneo de Valencia haciendo el paseillo por el centro. Joël Dicker, Ramón Palomar, M.ª Jesús, la traductora y Jordi LLobregat. Aplausos entusiasmados.
Decía Orson Welles en El tercer hombre que «Cincuenta años de veneno y dagas en Italia dieron lugar al Renacimiento, quinientos años de paz y tranquilidad en Suiza solo han dado el reloj de cuco y el queso gruyer. Pues no amigos, Suiza nos ha dado a Joël Dicker.» Así de guasona comenzó la entrevista de este escritor suizo traducido a casi todos los idiomas y con millones de ejemplares vendidos. Hay que decir que Joël encajó bien el golpe, demostrando su fama de simpático y cercano.
Respondiendo a la consabida pregunta de qué consejos darías para escribir una novela,»trabajar, trabajar y trabajar» y «leer, leer y leer» escribiendo sin parar, por supuesto. Confesó que todos los rechazos editoriales que sufrió, que fueron muchos, los asumió como un aprendizaje que le permitió escribir ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’. Pero no sólo fueron estas dificultades a las que tuvo que hacer frente; «cuando uno dice que quiere ser médico o ingeniero, existen unas carreras para serlo, pero cuando uno dice que quiere ser escritor, no existen, y eso no está bien visto».
-¿Parece que para ti no existe el estereotipo del miedo a la página en blanco?
Yo no tengo el momento de bloqueo, de sequía a la hora de escribir. Existen momentos de inspiración difíciles, pero es la hora en la que puedo producir la difícil conexión entre escritor y lector, elementos simbólicos que nos permiten comunicarnos. Y eso me motiva.
Ramón le manifestó la sensación de que manipula al lector, de que le lleva por donde quiere en la novela de Harry Quebert. Joël dijo que hasta a él le manipulan los personajes, ni siquiera sabe cómo van a actuar. «No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. No dominaba la estructura. Los personajes actúan según su criterio.»
Se cayeron los palos del sombrajo. Nos desmonta los mitos sobre la manera de escribir. Le deja libertad de acción a sus personajes y «hasta yo tengo que leer el final para saber quién es el asesino». Yo creía que los escritores eran muy metódicos a la hora de ir construyendo historias pero parece ser que ahí no radica el secreto del éxito. Existen tantas maneras como escritores.
-¿Papel o digital?
«El libro en papel. Tiene una concepción física, un libro también es un objeto que desempeña un papel como cualquier otro. Que puedes tocar.» Los fetichistas del olor a papel estamos de enhorabuena sabiendo que nuestra adoración al icono es compartida. Ya somos más gente. Triunfaremos.
Se pasó a tratar un tema no muy común, la publicidad. Joël participa en muchas campañas, las grandes empresas se lo disputan, y por ello ha sido criticado por autores porque se presta a este tipo de cosas. La literatura está por encima de todo eso, clichés de quienes pretenden estar intelectualmente por encima del resto de mortales que no comprendemos su sapiencia. La respuesta fue contundente, «es una manera de buscar lectores, de hacerle ver a gente que la lectura existe, que los libros son geniales. Y que tanto libros como escritores estuvieron, están y estarán ahí. Esta muy bien tener festivales, pero a ellos acude gente que ya lee. Hay que ir a por quien no lee”.
Plantéenselo, a mi me hizo mirarlo de otra forma.
Y vinieron preguntas del público. Algunas muy interesantes.
-¿Por qué tus personajes siempre huyen a Canadá?
«Porque Canadá es como Estados Unidos, que conozco muy bien, pero mejor.» Dixit. Incontestable.
-¿Por qué las portadas de tus libros siempre son cuadros de Hopper?
«Se lo propuse yo al editor, las que él me hacía no me gustaban. Estaba en Madrid viendo una exposición de Hopper y dije: ¡Esto es lo que yo quiero! Las elegí para el primero y la editorial ha escogido otros para el resto de novelas.»
¡Y la última genial! Toda la presión sobre ella.
-¿Cómo escritor te parece justo que el Premio Nobel de Literatura se lo dieran a un cantante como Bob Dylan y no a un escritor? (Ovación del público)
«Tiene que ver con la publicidad. Es una idea absurda darle el Premio Nobel de literatura a un músico. Le hace daño a la literatura y a la credibilidad del premio. Hay que hacer un esfuerzo por promover la literatura y así no se consigue. Es un error. Propongo que le quiten el Premio Nobel.» Nueva ovación.
Pasamos al espectacular Salón Stolz, de estilo neoclásico. Nos hicimos un vino Icono estupendo. Iba apeteciendo. Le dejé cuando tenía una cola de más de un centenar de personas para que les firmara libros, se hiciera selfies y dejara que le demostraran su admiración.
Siendo la hora que era le quedaba una dura tarea. ¡Bravo Joël!
La tarde del martes tenía la dura misión de hacer que olvidar la resaca provocada por la llegada del suizo. Teníamos un buen menú, dos actos singulares bajo los focos de la Sala Russafa, teatro de maravillas pasadas y futuras de Valencia Negra. Los grupos de sospechosos habituales se congregaron en torno al número 55 de la calle Denia, el teatro abrió sus puertas para dar paso a una nueva sesión de actos memorables.
A las 19h, precedida por la emoción de comprobar si los últimos invitados llegaban a tiempo de la hora de inicio, comenzó la primera mesa, titulada “Secretos, sexo y amor”, entre una gran expectación. La periodista Carmen Velasco condujo con maestría un recorrido por las pasiones más fluidas de la narrativa de los autores. Mara Robles puso pasión, raza y experiencia, María Oruña, la frescura que se respira en sus novelas mecidas por el Cantábrico; mientras, Leandro Pérez contraponía una voz sólida, razonada y reflexiva.
“¿Leer nos hace mejores personas?”, fue una de las preguntas que sobrevoló la platea de la Sala Russafa, quizás la cuestión más incisiva y necesaria de cualquier festival que parte de la literatura. Marta contraatacó: “Mi reto era que los hombres se reconocieran en los personajes masculinos que yo he creado”, que tuvo un eco en las siguientes intervenciones de María y Leandro. Como en todos los combates dialéctios emocionantes, la cuestión quedó en tablas, con el epílogo final de las escenas de sexo, necesarias o no, preferidas por la terna de autores.
A las 20h llegó el turno de Ian Manook, quien de entrada se desprendió de su pseudónimo para descubrirnos su verdadero rostro: “Mi nombre es Patrick Manoukian”. Tuvo como escolta de lujo a Jose Manuel Fajardo, uno de los grandes escritores de siempre, que además es el traductor de Yeruldelgger, muertos en la estepa. Fajardo lo presentó así: “Antes que escritor, esta es la novela de un viajero”. Conocimos la increíble vida y gran sentido del humor de Manoukian, un hombre que ha pateado las calles de medio mundo, y que conoce muy bien a la gente de cada lugar. “He empezado a publicar a los 65 años, pero he escrito desde que era un adolescente. Ya he entregado mi trilogía de Yeruldelgger y tengo casi a punto una aventura en Brasil y otra serie de novela negra en Islandia”… Trabajador y viajero incansable, este gran Ian Manook!
Tras el final, ICONO nos ofreció un vino de cortesía para redondear una tarde maravillosa, donde los autores pudieron firmar ejemplares de los asistentes al evento y comentar detalles interesantes y confidencias literarias.
Queda por delante mucho festival, ¡pero cada vez resulta más difícil superar las jornadas precedentes! Seguro que el resto de las actividades tendrán, como mínimo, el mismo interés.
Texto: Josevi Blender
Fotografías: Josele Bort
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